Plaza de España, declive y oportunidad
"El autor reclama un marco de cooperacion entre todos los agentes, administracion publica, empresas y ciudadanos, para resolver la actual situacion de declive de uso de edificios y espacios públicos en la Plaza de España en Madrid".
La ciudad puede ser vista como un tapiz dinámico, vivo y cambiante. Por algunos de sus extremos crece, y por otros se deshilacha. Es importante frenar esto último, pues el proceso puede extenderse al resto de la trama, en un deterioro creciente.
Hoy en día la Plaza de España da claros síntomas de degradación que deben preocuparnos a todos. Su ubicación es excepcional, inserta en la articulación de dos de los ejes con mayor vitalidad de la ciudad: la Gran Vía y la calle de la Princesa. Comparte con ésta el papel de portal de acceso desde el noroeste, pero también ejerce el de entrada a la ciudad desde el oeste. En ella confluyen ambos vectores, y sirve por tanto de comunicación del centro urbano con la Ciudad Universitaria y la próspera zona de influencia de la A-6 por un lado, y con la Casa de Campo y el recuperado Río Manzanares, nuevo hito lineal de la ciudad, por otro. Esta condición, que podría haber supuesto una fortaleza- como sin duda lo es en el caso del intercambiador de transporte y centro comercial de Príncipe Pío- sin embargo se constituye en debilidad para la Plaza de España en el momento actual, ya que el intenso flujo pasante de vehículos privados interfiere con el uso estancial de este espacio. En efecto, el ciudadano o el visitante que quieran regresar desde la cabecera de la actuación Madrid Río a la Gran Vía habrá de ascender por una de las calles más inhóspitas al peatón de toda la ciudad, la Cuesta de San Vicente, para alcanzar la Plaza de España tras sortear los desniveles y túneles del cruce de Bailén/Ferraz. En el camino habrá visto además los síntomas de la actual coyuntura: comunidades de gente sin hogar habitando en los jardines al pie del Templo de Debod, emulando a pequeña escala el fenómeno Hooverville de la crisis de los años 30. Finalmente la escena urbana a la que llegará es en todo caso mejorable: la zona no reclama únicamente actuaciones clásicas de renovación de pavimentos, mobiliario o jardinería (aunque cuenta entre sus valores con una importante masa arbolada que sería deseable preservar), sino que demanda una intervención de rediseño en profundidad, interviniendo también sobre los viales circundantes para rescatar de su aislamiento las dos hectáreas de su espacio central de manera eficaz, conectándolas con su entorno.